La salud mental: un elemento indispensable para nuestro bienestar

Desde muy temprano en nuestra vida, los seres humanos somos conscientes de la importancia de cuidar nuestra salud y nuestro bienestar. Por lo que rápidamente comenzamos a acudir a nuestros controles médicos, buscamos tener prácticas saludables, cuidar nuestros niveles en sangre y garantizar que todo en nuestro cuerpo marche correctamente.

Sin embargo, ¿alguna vez has asistido a una cita con el psicólogo?, ¿te has permitido reconocer o identificar tus principales reacciones y emociones?, ¿has buscado comprender la manera como percibes y te relacionas con el mundo?

Probablemente tu respuesta a la mayoría de estas preguntas sería un no, e incluso puede que consideres que todo esto es totalmente innecesario para ti; sin embargo, hoy quiero compartirte un poco de por qué, contrario a eso que pensamos, el cuidado de nuestra salud mental es algo totalmente indispensable para nuestro bienestar.

Para comenzar, es necesario aclarar que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el bienestar se refiere a “un estado complejo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. De manera que sí, la salud física sí es importante para nuestro bienestar, sin embargo, no lo es todo. Resulta siendo solo una variable de este complejo estado al que todos aspiramos llegar, pero al que muchas veces nos cuesta acceder justamente por dejar de lado las otras variables.

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Aunque esto no es del todo nuestra culpa, pues desde pequeños nos han enseñado qué hacer frente a una tos fuerte, frente a un intenso dolor de cabeza o frente a un dolor de muelas. Sabemos qué tomarnos, cómo manejarlo y a quién o a dónde acudir en caso de ser necesario; pero casi nunca nos han enseñado qué hacer en realidad con una rabia intensa, con el dolor insoportable de una separación o una pérdida, con la frustración de un proyecto fracasado, con nuestros miedos, nuestros sueños, nuestros sentimientos, pensamientos y emociones, en fin, con todo ese mar de cosas que suceden en nuestra cabeza a cada segundo, y que componen esa segunda variable llamada “Salud Mental”.

Entonces, ¿qué es en sí la Salud Mental?

Según la Ley 1616 de 2003, ley colombiana de la salud mental (porque sí, en Colombia la salud mental está legalmente regulada), esta se refiere a “un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y la interacción de manera tal que permite a los sujetos individuales y colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para transitar por la vida cotidiana, para trabajar, para establecer relaciones significativas y para contribuir a la comunidad”.

Es decir, que la salud mental integra todo lo que sucede minuto a minuto en nuestra propia mente, dirigiendo así la forma como actuamos, como nos relacionamos con los demás, cómo nos relacionamos con nosotros mismos, cómo nos sentimos, cómo interpretamos las cosas, cómo pensamos, cómo aprendemos, en lo que creemos y en lo que no creemos, cómo hablamos, cómo reaccionamos… en últimas, la manera misma como vivimos nuestra propia vida. Lo que a su vez está marcado por todo lo que hemos ido viviendo a lo largo de nuestra existencia, es decir, nuestra crianza, nuestra educación, los contextos en los que hemos crecido, la cultura, las experiencias propias, entre otros elementos (como los factores genéticos) que, a fin de cuentas, son los que hacen que cada uno de nosotros seamos individuos totalmente únicos, diferentes y particulares en nuestra forma de ser y en nuestra personalidad (somos mentalmente únicos).

En otras palabras, la salud física se encarga de cuidar el cuerpo en el que vives, mientras que la salud mental se encarga de cuidar la manera en la que vives. Entonces, si seguimos el concepto de bienestar que leíamos de parte de la OMS, comenzamos a entender que el verdadero bienestar requiere del cuidado de ambas.

Ahora, ¿qué hacer entonces con el cuidado de nuestra salud mental?

Tal como lo mencionamos anteriormente, desde pequeños nos han enseñado muchas cosas acerca de cómo cuidar de nuestra salud física. Entre ello, aprendemos que es indispensable hacerse un chequeo con el médico general con cierta regularidad (al menos una vez al año) para verificar que todo esté marchando bien o que todo se encuentre dentro de lo esperado. Y de resto, aprendemos todo lo que es y lo que no es saludable para nuestro cuerpo, mientras que, resulta siendo realmente muy poco lo que nos enseñan acerca del cuidado de la salud mental.

De hecho, me atrevería a decir que mucho de lo que “nos enseñan” al respecto, termina siendo contraproducente o afectándonos un poco más a largo plazo, así no sea tan evidente. Por ejemplo, frente a una emoción intensa simplemente te han dicho que la debes controlar, además de cuáles serían las consecuencias que deberías afrontar si no lo haces correctamente, pero ¿de dónde viene esa emoción?, ¿a qué se debe?, ¿qué emoción es en realidad?, ¿cómo controlarla?

Estos últimos son precisamente esos interrogantes que nunca nos han enseñado a responder, de manera que no logramos darle el correcto manejo a esa emoción intensa, y por el contrario terminamos recurriendo a escapatorias rápidas que en el momento inmediato permiten reprimir o evadir la emoción, pero que a largo plazo termina deteriorando nuestra salud mental y comprometiendo nuestro bienestar, incluso sin que seamos conscientes de ello (como esa tos a la que nunca le prestas atención y se termina convirtiendo en una afección pulmonar significativa).

Y, adicional a esto, el único profesional especializado en esta temática y que en realidad es quien nos puede ayudar a conocer y comprender cómo funciona nuestra salud mental, ha sido culturalmente marcado y estigmatizado, de manera que quien va al psicólogo es porque “tiene problemas”, “es débil” o, peor aún, “está loco” (y claramente nadie quiere sentirse, ni mucho menos verse a sí mismo, en ninguna de esas posiciones).

Entonces terminamos prefiriendo no mirar hacia allá y simplemente seguir hacia adelante, soportando y aguantando, pues a fin de cuentas, “la vida es difícil” y “a los golpes es que se aprende”. Hasta que ya en algunos casos, la situación se complica, y entonces se termina acudiendo al psicólogo guiados por la necesidad (“si hubiese sabido todo esto desde antes, nada de esto me habría sucedido doc” me dijo un paciente hace un tiempo, luego de llegar por unos insoportables ataques de pánico).

Si has llegado hasta este punto del blog, espero ya hayas notado lo irónico que todo esto resulta, pues sería como decirle a alguien que si tiene dolor de muelas solo aguante, que eso lo hace más fuerte y que si acude al dentista es porque es una persona débil, y que entonces la persona tenga que esperar a que el dolor se le convierta en una grave infección para terminar acudiendo al profesional impulsado por la urgencia y la necesidad… Realmente no creo que se deba esperar llegar a ese punto ¿cierto?, lo más posible es que desde el primer dolor intenso acudas al servicio médico ¿no? Pues tristemente en cuanto a salud mental hay muchos que prefieren morir con la infección antes de acudir al doctor.

Así que te invito entonces, a que puedas dejar de lado todos esos tabúes que finalmente solo te hacen daño, a que comiences a preocuparte por el conocimiento y cuidado de tu  salud mental y a que no olvides agendar tu chequeo anual… pues en cuanto a nuestro bienestar: siempre será mejor prevenir que lamentar.

Fuentes:

https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/VS/PP/abc-salud-mental.pdf

https://www.who.int/topics/mental_health/es/

Por Luis De Luque, Embajador de Puntos Saludables

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